Ustedes seguro que no saben que uno de los estilos de ornamentación árabes de caligrafía se llama Maraya o muthanna que es una técnica de escribir en espejo, donde la composición en la izquierda refleja a la de la derecha.
Ustedes dirán que qué tiene que ver esto con la actuación de Jesús Corbacho de ayer un Torres Macarena, pero si me da un momento se lo explico.
Ayer se iniciaba un ciclo de cante en el Torre Macarena donde pasaran los sábados de este mes de enero algunos cantaores premiados con la lámpara minera de la Unión, por lo que la expectación era mucha en esta primera actuación que animó no solo al respetable, sino también a los compañeros de profesión del artista.
En la sala Manuela Carrasco hija y el Choro. Se presenta el artista y David Caro, el guitarrista, con el terno y percha mejores de su armario, signo inequívoco de respeto al sitio y señal de querer agradar. Así si también se predispone.
Empieza con pregones de flores y uvas muy caracoleros, para seguir con los cantes de levante, donde descubrimos que bajar a la mina es también buscarse en la garganta y donde Jesús sabe sacar bien lo bemoles y altos, y nos resulta menos transmisor en el melisma.
Luego Seguiriyas. “tengo los ojos secos de tanto llorar” y cierra con “Dios mío que vergüenza” creemos que en el estilo de Mellizo 1, subiendo al fin en el 3er y 4o tercio arriba.
Después Cantillas, donde sorprende por los bajos en una especie de apnea sonora desde donde arranca para terminar por Marchena en un cante íntimo y en susurro. Bellísimo. Sorprende por lo bajo que canta, tan dulce, solo con un hilo de voz, apagando el cante en su garganta.
Ahí queda un primer pase, que va de menos a más y que se contrapondrá con el segundo que irá de más a menos, en esa especie de estilo muthana o maraya, de espejo, donde la parte central del recital resultó ser la más brillante.
El segundo pase empieza por Marianas que creemos que cierra por una letra que cantaba El Arenero. Le sigue una Guajira íntima que también cierra con otro recurso, una falseta que apaga el cante.
El resto del recital fueron unas menos interesantes bulerías, bastante terraplanistas a la que le siguieron unos fandangos donde se acuerda de Paco Toronjo
Mención especial se debe al de la bajañí, que empezando titubeante, floreó el canto dulce de Corbacho en un segundo pase fino y almidonado, donde incluso se le vio por marianas acercarse a otros géneros, más allá de los acordes toscos de la ortodoxia.
A veces, los más veteranos en esto de la afición al cante tendemos a morder esa fruta amarga que es el pensar que todo lo hemos escuchado, cuando lo oído no se corresponde con el gusto o la ilusión del quererse emocionar siempre, sin prestar la atención a la esencia de venir a divertirse al verdadero lujo del cante en directo, mas allá de que los años 50 sean o no, nuestro sentir más flamenco.
Jesús estuvo muy profesional, excelso en el respecto a las tablas y a los 8 palos de una peña donde se promueve el magisterio del cante…ahora, la trasmisión es otra cosa, ya lo saben…en eso, ni todos ni siempre.
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